La Constitución hecha bolsa
GONZALO GARCÍA Constitucionalista y profesor de la U. Alberto Hurtado, ex ministro del Tribunal constitucional
- T+
- T-
GONZALO GARCÍA
La cuestión constitucional está en el suelo con los resultados de ayer, esencialmente porque no hay ninguna lección jurídica seria que se deduzca del triunfo de los republicanos por ahora. La campaña fue irrelevante como proposición normativa de alguna idea más allá de la seguridad.
Pero fue una elección muy importante de medio mandato. Su horizonte estuvo puesto en la presidencial de 2025. Redefinió un corto plazo para la hegemonía al interior de la derecha y de la izquierda, y del estrechamiento político de todo el centro. Pone en suspenso la actual gobernabilidad y da oscuras señales para las grandes reformas. En la vía polar la dialéctica busca su opuesto.
“Bloquear una nueva propuesta constitucional tendrá costos para Chile. Los republicanos están llamados a deliberar, a no solazarse en los números de ayer y a tocar algo más que la tecla de la seguridad”.
Aquí la política fue atenta al detalle voluble de lo variable. La misma Bolsa hoy respirará tranquila y las inversiones pueden fluir mejor en el reino del corto plazo y las apuestas.
Pero la Constitución sólo se entiende en una perspectiva de largo plazo. Y no hay que restarse, porque los retiros no tienen éxito. El cortoplacismo debe dar paso a la gran trayectoria del país. La única regla que conecta directamente la Bolsa con la Constitución es la que vincula las pensiones con el mercado de capitales y hay que arrancar de la tentación de constitucionalizar ese vínculo.
La composición del Consejo con 22 consejeros republicanos los deja con poder de veto central. Los liderazgos naturales de todos los sectores, por las reglas de inhabilidad, quedaron mayoritariamente fuera del Consejo y no es de extrañar que las definiciones sobre mantener la Constitución o rehacer el anteproyecto de los expertos, pasen casi exclusivamente por los republicanos.
El proceso constitucional entra en una pausa frenética con dos momentos clave. El frenesí del anteproyecto de aquí al 6 de junio, obligados a seguir cumpliendo con la buena fe de sacar adelante un texto. Y la pausa de un crucial informe de octubre, con observaciones de los expertos al proyecto del Consejo. Ahí se perfilará el mínimo constitucional aceptable para todos, sabiendo retroceder en asuntos para derivarlos al legislador. Hay resguardos en el diseño que pueden adquirir valor: respetar las bases incluso mediante la posibilidad de activar el Comité Técnico de Admisibilidad.
La presión es evidente, porque la tendencia lleva a enfrentar el abismo del rechazo en diciembre. Superar las frases “Es peor que la Constitución del 80” o “Respetar el 62%” nos deja sin salidas.
Bloquear una nueva propuesta constitucional tendrá costos para Chile al no sacarlo de la trayectoria de no poder resolver grandes problemas (pensiones, salud, inseguridad, etc.). Los republicanos están llamados a deliberar, a no solazarse en los números de ayer y a tocar algo más que la tecla de la seguridad.
Y para la izquierda, la propuesta constitucional ya puede demostrar que ese anteproyecto tiene por delante más reformas que la más importante acontecida en democracia el 2005. Y la centroizquierda y centro derecha deben cumplir con esas Bases comprometidas en diciembre. Pese a todo, nada resuelve que la Constitución no sea hecha bolsa.